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PAULA CAMIÑA

PISADAS SIN HUELLA

Años 80, es agosto en una humilde aldea en el corazón de Bergantiños. Juego en el patio bajo la sombra de la parra mientras mi abuelo teje con mimbre la promesa de un nuevo cesto. Manipula con sus manos el material dúctil tras el hervor y el reposo previos. Todo lo matérico necesita sus tiempos y sus transformaciones para convertirse en otra cosa.

Observo sus manos, manipula esa idea que ha ido construyendo en su cabeza. Corta los excesos con una navaja suiza y yergue el cesto, casi terminado, para girarlo y observar con detenimiento si es suficientemente simétrico, armónico, completo.

Recuerdo levantar la cabeza en la cocina de aquella casa y observar su Sixtina, un entramado de mimbre que se extendía por todo el techo. Era una creación que con los juegos de luz se volvía del todo hipnótica, casi mágica.

A pocos kilómetros de mi aldea natal, en Malpica, el objeto hecho a mano va desapareciendo. Solo se remiendan las redes manualmente, hechas ya de un material aséptico, creado de lejos, con intermediarios mecánicos de por medio. La conveniencia de los útiles de este tipo tampoco fue ajena a las tareas de las mariscadoras y se fue haciendo un sitio en sus utensilios. Tierra adentro la siembra se recoge con un tractor rotundo y estruendoso y se acumula en sacos y recipientes que se reutilizan hasta que se rompen y que, en lugar de volver a la tierra, la afectan y la pervierten.

Llegó un tiempo en el que lo nuevo era lo justo, lo rápido, lo eficiente y poco a poco esta tendencia dejó en la anécdota el trabajo manual y artesano de muchos. Mi abuelo no vivió para ver cómo le dábamos la espalda a sus cestos de mimbre, aunque de haberlo hecho quizá le alegraría conocer proyectos como el de Paula Camiña.

Lo más destacable de su investigación reside en la poética ironía de su planteamiento, que nos dice que el camino está ahí, que ya estaba ahí, tan solo había que entender, identificar, moldear y transformar, para convertir algo en otra cosa.

Dentro de su proyecto para la Universidad de las Artes de Londres (y preseleccionado para el MullenLowe NOVA Award) Paula ha aprovechado el potencial de un biomaterial flexible y biodegradable, creado a partir de un biopolímero que se encuentra en los exoesqueletos de los mariscos (normalmente un producto de desecho o una fuente de residuos no utilizada), denominado Chitosan.

Durante décadas hemos ido retirando los materiales de origen orgánico de nuestro entorno por su inconveniencia en nuestra nueva velocidad industrial, centrada en lo aséptico y lo eficiente, factores tremendamente poderosos. Pero, ¿y si desde el laboratorio se pudiese crear algo que es capaz de jugar con las mismas reglas de la producción industrial, un material flexible y dúctil, abierto a la multiplicidad de usos y formas, orgánico, inofensivo para el entorno, robusto y duradero?

Quizá todo esto nos parezca en cierto modo anecdótico, un experimento de débil proyección y recorrido. Sin embargo, el campo de exploración en el que Paula se mueve no es algo puntual o residual. Grandes organismos y universidades están invirtiendo esfuerzos en la exploración de una nueva tecnología biológica. El caso más potente y prometedor lo tenemos en Neri Oxman y su equipo, que trabajan bajo el amparo del MIT y otras instituciones de carácter innovador. Oxman explora las posibilidades de biocompuestos a base de agua con el objetivo de hacerlos programables para el diseño y fabricación digital. Su proyecto insignia llamado Aguahoja presenta una serie de artefactos construidos a partir de componentes moleculares que se encuentran en las ramas de los árboles, exoesqueletos de insectos y nuestros propios huesos.

Oxman, sin duda una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo, está convencida que este camino llevará a la creación de estructuras vivas, tales como edificios que se construyen y se curan a sí mismos.

En este sentido el proyecto de Paula me parece tremendamente cálido, teniendo en cuenta su potencial como agente curador de ecosistemas y contextos. En su caso desde un contexto nuclear y diminuto como el nuestro, pero no por ello menos relevante. Desde lo pequeño se reconstruye siempre lo universal.

Cabe poner también en valor el hecho de que ella, desde su generación, trabaje en proyectos como este, que implican una reconciliación intergeneracional tan profunda.

Me hubiese gustado ver a mi abuelo experimentando con este nuevo material. Probablemente le hubiese provocado cierto rechazo inicial. Sin embargo, al igual que los materiales y procesos de manufactura más industriales, acabaría por conquistarle por su conveniencia y su capacidad para crear ágilmente todo aquello que se formase en su mente.

El reencuentro del hombre con lo natural implica una reconciliación con la memoria, el tiempo y los usos, pero también supone la realización de un anhelo largamente buscado: el de la convivencia circular con el entorno, la utópica realización de la pisada sin huella y, en definitiva, el eterno retorno a la tierra y nuestra reconciliación con ella.

Crear como respirar, donde tomamos una cosa para convertirla en otra, sin fricción y sin el peligro de romper el frágil vínculo con ese ciclo que conecta todas las cosas.


· Diseño: Paula Camiña
· Fotografía: Rodri Porcelli | Sabela Andrés + Paula Iglesias


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